«Hola, quiero agendar una hora para mi marido». «Quiero constelar por mi hermano». Estas son consultas frecuentes. Nacen desde el amor y la preocupación genuina pero en terapia lo más sensato es trabajar con quien está presente y pide ayuda. Por eso considero que no es viable constelar por otros.

Recuerdo el caso de una persona (y varios casos similares) que agendó y pagó la consulta para su hermano. ¿El resultado? El hermano nunca apareció. 

Podés leer cómo son las etapas de una constelación familiar acá.

Para que la terapia funcione, se necesitan tres pilares que solo el consultante puede aportar:

1- Motivación: El deseo de cambio es personal.

2- Compromiso: Quien toma la decisión de buscar ayuda es quien se compromete con el proceso.

3- Presencia: La relación terapeuta-consultante requiere estar, disponerse.

Muchas veces, al querer ayudar a un ser querido, le quitamos la fuerza, la dignidad y el potencial de gestionar sus propias dificultades. Nos ponemos por encima, como si fuéramos sus padres (incluso entre hermanos o pareja). Lo mejor que podemos hacer en esos casos es mirarlos con respeto y ocuparnos de nuestros propios temas.

Sin embargo, hay una buena noticia: El cambio en el sistema empieza por uno mismo. Si tenés un conflicto con tu pareja o tu hermano, no podés traerlos a la fuerza, pero sí podés constelar qué te pasa a vos con esa situación. Cuando vos te movés de lugar internamente, la relación con ellos cambia inevitablemente.

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